Las 8 diferencias entre Artritis y Artrosis (explicadas)

La artritis y la artrosis son dos enfermedades que cursan con dolor articular. Sin embargo, a diferencia de lo que se suele creer, constituyen patologías con causas y tratamientos diferentes.

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Seguramente hayas oído los términos artritis o artrosis con anterioridad. Es muy probable que, además, pienses que ambos son sinónimos. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Al contrario de lo que se suele creer, constituyen enfermedades que poseen síntomas, causas y tratamientos diferentes.

No obstante, la confusión entre ellas puede ser comprensible, ya que ambas son patologías reumáticas que cursan con dolor, afectando a una o varias articulaciones. Sin embargo, más allá de este punto en común, son muchas las características que nos permiten distinguirlas.

Artritis y artrosis: ¿quién es quién?

Por su parte, la artritis consiste en una inflamación que afecta a la membrana sinovial. El líquido sinovial es una sustancia lubricante que, cuando se produce esta patología, se esparce por la articulación en lugar de ser reabsorbido con normalidad. Esto provoca una erosión del hueso y del cartílago del paciente.

En cambio, la artrosis es un proceso degenerativo crónico que afecta al cartílago, una almohadilla situada entre los huesos de las articulaciones que impide el roce entre ellos. Esta patología provoca que, con el tiempo, el cartílago desaparezca, de forma que los huesos comienzan a rozar sin amortiguación produciendo mucho dolor y pérdida de flexibilidad.

Diferenciar ambas patologías puede ser confuso, ya que como venimos diciendo ambas comparten el componente de dolor articular. Sin embargo, esta molestia tiene matices distintos. En el caso de la artritis esta molestia es constante, mientras que en la artrosis el dolor se produce cuando la articulación se mueve, aliviando con el reposo. Añadido a esto, la artritis es una enfermedad que además de este síntoma puede producir otros problemas como pérdida de peso, cansancio o fiebre. En cambio, la artrosis afecta exclusivamente a las articulaciones.

Diferenciar ambas patologías tiene numerosas implicaciones y, dado que su confusión es algo más que frecuente, en este artículo vamos a profundizar en sus puntos distintivos.

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¿Qué es la artritis?

La artritis consiste en un proceso de inflamación que, como ya hemos adelantado, afecta al líquido sinovial que lubrica las articulaciones. En lugar de absorberse, este se esparce y erosiona el hueso y el cartílago. Esta enfermedad puede originarse por diferentes causas, como infecciones, traumatismos o incluso enfermedades autoinmunes.

La artritis puede ser de varios tipos, y dependiendo de ello afectará a determinadas articulaciones del cuerpo. Una de las más frecuentes es la artritis reumatoide, que ataca habitualmente a las muñecas y dedos de las manos. La artritis produce calor en las articulaciones, que se encuentran rojas e inflamadas, llegando a deformarse en los casos más graves.

Aunque el dolor inflamatorio es el síntoma central, en la artritis este se produce en el contexto de una patología sistémica, de manera que otros órganos pueden verse también afectados. Por ello, un paciente con artritis puede manifestar otros síntomas además de dolor, como pérdida de peso o cansancio.

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¿Qué es la artrosis?

La artrosis es un proceso degenerativo de tipo crónico, que a diferencia de la artritis, afecta al cartílago. Con el paso del tiempo, esta enfermedad hace desaparecer o menguar el cartílago, de manera que los huesos se rozan sin amortiguación. Esto ocasiona mucho dolor y pérdida de flexibilidad.

Esta patología está estrechamente vinculada con el envejecimiento, por lo que su aparición se produce a partir de los 40 años. Otros factores, como el sobreesfuerzo o la obesidad, también pueden aumentar el riesgo de sufrir esta enfermedad. Generalmente, la artrosis se localiza en manos, rodillas, caderas, columna y pies. A diferencia de la artritis, el dolor que produce es más mecánico, por lo que este se agudiza con el movimiento y se reduce con el reposo.

La artrosis produce pérdida de movilidad y deformaciones en las articulaciones, especialmente en estadios avanzados. Los pacientes sienten como si al movimiento las articulaciones crujieran. En este caso, al contrario que la artritis, solo hay afectación articular sin otros síntomas añadidos.

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Artritis y artrosis: ¿en qué se diferencian?

Ahora que ya hemos definido qué son la artritis y la artrosis respectivamente, vamos a repasar las diferencias esenciales entre ambas patologías.

1. Afectación

Como hemos planteado antes, la artritis produce una afectación en la membrana sinovial, que al no ser absorbida, erosiona el hueso y el cartílago. Por el contrario, la artrosis repercute en el cartílago, que se va deteriorando y provoca que los huesos se rocen sin ningún tipo de almohadilla amortiguadora. En términos generales, podríamos decir que la artritis es sinónimo de inflamación, mientras que la artrosis produce desgaste.

2. Causa

La causa de ambas patologías también es distinta. En el caso de la artritis, esta suele desencadenarse por infecciones o enfermedades autoinmunes. En cambio, la artrosis suele desarrollarse principalmente por el envejecimiento, por lo que es frecuente que aparezca en edades más avanzadas.

3. Tipo de dolor

Tanto la artritis como la artrosis son enfermedades reumáticas que cursan con dolor. Sin embargo, este será ligeramente distinto en cada una de ellas. En el caso de la artrosis, esta produce un dolor ligado al movimiento, por lo que las molestias se suelen aliviar con reposo. Por el contrario, la artritis produce un dolor sostenido.

En el caso de la artritis reumatoide, sucede justo lo opuesto a la artrosis. El movimiento contribuye a aliviar las molestias, de forma que las articulaciones del paciente se “engrasan” con el uso y reducen el dolor. Esto explica por qué muchas personas con esta dolencia sufren gran rigidez matutina, especialmente en manos y pies.

4. Síntomas

Aunque ambas patologías se caracterizan por causar dolor, una diferencia crucial entre ellas reside en la existencia de síntomas extra-articulares. Mientras que la artrosis solo afecta al paciente ocasionando dolor articular, la artritis es una patología sistémica que puede afectar a otros órganos del cuerpo. Por esta razón, quienes sufren artritis pueden manifestar otros síntomas además de dolor, como cansancio o fiebre.

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5. Diagnóstico

Dado que constituyen patologías diferentes, el proceso de diagnóstico también cambiará. En el caso de la artritis, no existe una prueba específica para poder diagnosticarla. El médico deberá evaluar la inflamación del paciente y realizar diversas pruebas, como análisis de sangre o de líquido sinovial.

Por su parte, la artrosis se diagnostica en base a una exploración física. A veces el médico puede valorar realizar una radiografía, pero esta prueba de imagen no siempre es fiable y la observación del cuadro clínico es la parte más decisiva.

6. Tratamiento

En el caso de la artritis, el tratamiento dependerá de la causa. Cuando el origen es infeccioso, se debe recurrir al uso de los antibióticos. En cambio, cuando se trata de artritis reumatoide será preferible recurrir a corticoides o fármacos antirreumáticos que contienen metotrexato. En otros casos se puede pautar simplemente la toma de antiinflamatorios y el reposo de la articulación afectada.

Por el contrario, la artrosis es una enfermedad que no tiene cura. Por lo tanto, los tratamientos que se aplican van encaminados a reducir los síntomas y mejorar, en la medida de lo posible, la movilidad. En este sentido, juega un papel esencial la adopción de hábitos de vida saludables, como realizar ejercicio diariamente (ajustado a la capacidad de cada paciente) y mantener una alimentación equilibrada. Esto permite evitar condiciones como la obesidad, que contribuyen a agravar el problema. Para poder mitigar el dolor se puede recurrir a analgésicos como el paracetamol, o antiinflamatorios como el ibuprofeno.

7. Curso

El curso de ambas enfermedades también puede ser distinto. En el caso de la artrosis, este dependerá de la articulación que se encuentre afectada. En general, suele ser lento y progresivo, pero en ocasiones pueden darse episodios de exacerbación o remisión. En el caso de la artritis, esta enfermedad afecta habitualmente a varias articulaciones a la vez y sus síntomas suelen aparecer en forma de brotes.

8. Tipos

En el caso de la artritis, esta engloba unos cien tipos diferentes. En el caso de la artrosis, esta es solo una, aunque se debe concretar la ubicación de la articulación afectada.

Factores de riesgo y prevención

Entre los factores de riesgo relacionados con estas patologías destacan:

  • Edad: Con el paso del tiempo el cartílago se hace menos elástico y es más probable que inicie la patología.
  • Sexo: Las mujeres son más vulnerables que los hombres a este tipo de enfermedades.
  • Sedentarismo: No realizar ejercicio favorece el desarrollo de problemas en las articulaciones.
  • Sobrepeso y obesidad: Este constituye el factor de riesgo modificable más importante para prevenir la artrosis. La obesidad aumenta entre 4 y 5 veces el riesgo de desarrollarla, especialmente en la rodilla.
  • Historia familiar: Aunque no es una enfermedad hereditaria, existe un componente genético que, en interacción con otros factores, puede hacer más vulnerables a aquellas personas con antecedentes de artrosis en la familia.
  • Tabaquismo: Los estudios científicos apuntan que el tabaco puede ser un factor desencadenante en la aparición de la artritis.

A la vista de estos factores, es evidente que el estilo de vida juega un papel esencial en la prevención de estas enfermedades. La alimentación y la actividad física parecen tener mucho peso en este sentido, especialmente para la artrosis. El tabaco tiene más importancia en la prevención de la artritis reumatoide, pues esta sustancia puede disparar el riesgo en aquellos individuos que cuentan con predisposición genética.

Además, empeora el pronóstico una vez que la patología ha aparecido. En cualquier caso, resulta fundamental acudir al médico ante la aparición de cualquier malestar en las articulaciones. El diagnóstico precoz permite intervenir con prontitud y lograr mejores resultados, sin secuelas o patologías secundarias.

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