Inteligencia emocional: qué es y cómo nos ayuda en la vida

La inteligencia emocional es un constructo que nos ayuda a ponernos en el lugar de los demás y actuar en consecuencia a sus necesidades. Descubre en qué se basa.

Inteligencia emocional

Dependiendo de la rutina, el género y la edad individual, los seres humanos articulamos de 7.000 a 20.000 palabras de media al día. También sonreímos unas 25 veces cada 24 horas, ya sea con la finalidad de expresar alegría, cordialidad o para emitir una impresión infundada a nuestro entorno más inmediato. Somos seres sociales y, como tal, debemos interactuar con nuestros semejantes en el ámbito laboral, familiar e incluso afectivo/sexual (si está presente) casi todos los días de nuestra vida.

El hecho de ser parte de la sociedad implica una serie de desafíos que no se pueden obviar. Aunque sea posible sobrevivir a nivel fisiológico sin las herramientas emocionales adecuadas, está claro que la falta de empatía, interpretación de sentimientos, inteligencia y adaptabilidad pueden mermar drásticamente la calidad de vida a nivel individual. Sí, es posible vivir sin razonar mucho, pero la falta de inteligencia emocional puede jugar muy malas pasadas a corto y largo plazo.

En el término que acabamos de introducir es la clave básica de la adaptación social y el fundamento de cualquier relación sana, sea del tipo que sea. Hoy te contamos todo sobre la inteligencia emocional, un constructo o herramienta extremadamente útil a todos los niveles.

¿Qué es la inteligencia emocional?

Definir la inteligencia emocional (IE) no es tan sencillo como en un principio podría esperarse. Al tratarse de un constructo social que no se puede observar de forma material ni objetiva, el término está sujeto a distintas acepciones, aunque sí se puede perfilar una definición general y relativamente consensuada. La inteligencia emocional se refiere a las capacidades y habilidades del individuo para el entendimiento, sentimiento, control y modificación de las emociones propias y ajenas.

Robert K. Cooper, pionero en el campo de la neurología, ha definido la IE como “la capacidad de sentir, entender y aplicar eficazmente el poder y la agudeza de las emociones como fuente de energía humana, información, conexión e influencia”. Otros psicólogos y especialistas en el tema otorgan otras descripciones un poco más exactas, como la siguiente: “ la inteligencia emocional es un subconjunto de la inteligencia social que engloba la capacidad de controlar los sentimientos y emociones propios y ajenos, de discriminar entre ellos y utilizar esta información para guiar los pensamientos y acciones”.

Podríamos seguir listando definiciones durante horas y horas, pues este constructo ha sido ampliamente estudiado y se sigue investigando a día de hoy. De todas formas, vemos adecuado resumir las competencias de la inteligencia emocional en los siguientes puntos básicos:

  • El conocimiento de las propias emociones, es decir, saber identificarlas y racionalizarlas cuando aparecen. Este pilar se basa en la introspección.
  • Capacidad de adecuar las emociones al momento, al contexto y a la persona que se tiene delante. Esto conlleva un buen control emocional.
  • Capacidad de motivarse a uno mismo: demorar la gratificación y controlar la impulsividad.
  • Actitud empática, es decir, ser capaz de entender las emociones ajenas y actuar en consecuencia a ellas.
  • Gestionar las relaciones, lo cual pasa por entender el impacto de nuestros actos sobre el entorno que nos rodea.

La inteligencia (y por ende la emocional) se integra en 3 dimensiones básicas. La primera de ellas es la componencial, y hace referencia a los mecanismos cognitivos que nos permiten desarrollar y aplicar comportamientos que se consideran “inteligentes”. La segunda dimensión es la exponencial, que nos permite abordar una nueva tarea o situación, creando así una respuesta adecuada al objetivo que se trata de conseguir. La última es la dimensión de tipo práctico-social, es decir, saber adaptarse al ambiente para resolver problemas útiles y cotidianos.

Todas estas dimensiones se pueden aplicar perfectamente a la inteligencia emocional. Estos mecanismos se aprenden (en base a la fisiología del cerebro humano), se practican y se contextualizan. Como cualquier otra herramienta social o constructo, la IE se puede conocer y perfeccionar a lo largo del tiempo.

Las vertientes de la inteligencia emocional

Cooper y Sawaf, profesionales que redactaron la obra “La inteligencia emocional aplicada al liderazgo y a las organizaciones” y otras muchas más, fundamentan que la inteligencia emocional está conformada por 4 vertientes distintas. Te las contamos de forma somera en las siguientes líneas.

1. Alfabetización emocional

La alfabetización emocional se define como el proceso de enseñanza-aprendizaje que representa la acción de educar las emociones desde el ámbito escolar. Tal y como indica la terapia cognitivo-conductual, todo comportamiento social complejo es aprendido y, por tanto, se puede enseñar, modificar o desaprender a lo largo del tiempo.

La alfabetización emocional consiste en ser conscientes de nuestras emociones, canalizar la fuerza que estas nos brindan y transformarla en una suerte de “pasión” creadora y solucionadora. Si vemos los sentimientos como un flujo de energía, la inteligencia emocional nos permite utilizar su corriente para alcanzar nuestros objetivos y resolver conflictos.

2. Agilidad emocional

Ser emocionalmente ágiles implica aprender a convivir con nuestras emociones, pensamientos y recuerdos de forma saludable, tal y como indica la doctora en psicología Susan David, escritora de la obra “Agilidad emocional: Rompe tus bloqueos, abraza el cambio y triunfa en el trabajo y en la vida”.

La agilidad emocional se manifiesta en una doble vertiente: ofrecer a los demás un grado de confianza que de paso a la comunicación empática y obtener una capacidad de flexibilidad, rapidez y renovación para hacer frente a las necesidades que se presenten.

3. Profundidad emocional

No nos vamos a detener mucho en esta vertiente, pues tiene un claro componente ético y moral que es individual y subjetivo. La profundidad emocional nos aporta una integridad aplicada, es decir, saber hacer lo correcto en el momento justo por nosotros mismos a la hora de actuar (ascendiente sin autoridad). Para presentar una inteligencia emocional férrea, el individuo debe ser capaz de discernir entre “el bien” y “el mal” de forma autónoma según lo aprendido, percibido y el contexto social en el que se encuentra.

4. Alquimia emocional

También se conoce como “flujo intuitivo”, y nos permite experimentar con más plenitud un punto determinado en el tiempo y conectar con nuestros propios sentimientos y “ser” de forma eficaz. Las emociones y pensamientos no quedan atrapados en el tiempo, sino que tienen una proyección y aplicación futura.

¿Para qué sirve la inteligencia emocional?

Era necesario establecer toda la teoría que te hemos presentado, pues abundan espacios motivacionales que repiten los beneficios de la inteligencia emocional, pero no exponen los fundamentos que le dan forma y aplicabilidad. Para poder desarrollar una herramienta, es necesario conocer de dónde viene, en qué se fundamenta y hacia adónde va. Esperamos haber abordado esas cuestiones en las líneas previas.

Como podrás imaginar, la inteligencia emocional sirve para prácticamente cualquier situación de índole social que te puedas imaginar. En una discusión, por ejemplo, te ayudará a saber lo que decir (agilidad emocional), convertir el enfado en intención de crear soluciones (alfabetización emocional), no herir los sentimientos del otro en base a tu propia concepción del insulto y ofensa (profundidad emocional) y sentir de forma plena la situación para aplicar lo aprendido en futuras ocasiones (alquimia emocional).

Este ejemplo se puede trasladar a toda situación que se te ocurra: llevar una empresa, consolar a un amigo, convencer a una persona, lograr un objetivo, evitar compras impulsivas, racionalizar tus sentimientos, no dejarte llevar por una mala racha y un largo etcétera. Si tuviésemos que resumir la inteligencia emocional en una sola frase (salvando las distancias), quizá sería la siguiente: “No trates a los demás como te gustaría que te tratasen a ti, sino como ellos requieren ser tratados”.

Resumen

Aquí te hemos presentado los fundamentos de la inteligencia emocional y algunos de sus usos prácticos, pero está claro que, para poder alcanzarla, es necesario la ayuda de un profesional en la materia que guíe a cada individuo de forma personal y focalizada. Si sientes que no eres capaz de comprender los sentimientos ajenos y te encuentras en medio de confrontaciones involuntarias en muchas ocasiones, te recomendamos que acudas a un psicólogo para refinar tus habilidades sociales.

De todas formas, no hay que incurrir en un error muy típico a la hora de tratar estos temas: la inteligencia emocional no es una herramienta para lograr lo que tú quieres. Si te vales de la “empatía”, retórica y voluntad para conseguir tus metas en detrimento de los demás, no estás ejerciendo la inteligencia emocional, sino un tipo de manipulación. La IE existe en sí misma para adaptarse al ambiente y lograr los objetivos, pero siempre desde un prisma de bondad y crecimiento personal.

Comparte:
¿Te ha gustado?
azsalud Logo
En azsalud hablamos de medicina, avances científicos, psicología, enfermedades, tratamientos y más. Miles de profesionales de la salud a tu servicio.
  • Estilonext
  • MedicoPlus

Suscríbete a
nuestra newsletter

Cada semana te enviamos tips de salud,
nutrición, noticias y más.

Puedes darte de baja cuando quieras.

© Copyright 2024 azsalud. Todos los derechos reservados.Aviso legal,política de privacidad,cookies