¿Qué es la Indefensión Aprendida? Síntomas y estrategias para manejarla

La indefensión aprendida se define en psicología como un estado mental y una forma de comportamiento que tiene lugar cuando un animal o persona se enfrenta repetidamente a un estímulo aversivo del cual no puede escapar.

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Seguramente hayas vivido algún momento en tu vida en el que te has sentido incapaz de escapar de una situación difícil. Todos lidiamos con eventos que nos generan estrés o malestar, pero a veces parece que ninguna solución nos permite ponerles fin.

Cuando nos encontramos ante la tesitura de haberlo intentado todo sin éxito, es posible que se apodere de nosotros un sentimiento de impotencia que nos lleva a desistir: hablamos de la indefensión aprendida.

¿Qué es la indefensión aprendida?

La indefensión aprendida se define en psicología como un estado mental y una forma de comportamiento que tiene lugar cuando un animal o persona se enfrenta repetidamente a un estímulo aversivo del cual no puede escapar. Así, se producen una serie de emociones, sentimientos y comportamientos que conducen al abandono, el desánimo y la inacción ante escenarios desagradables de los que se desearía huir.

Cuando una experiencia dolorosa se repite en sucesivas ocasiones, nuestra mente acepta que no hay posibilidad de escapar de ella de ninguna forma. De esta manera, comienza a aparecer un sentimiento de impotencia y ausencia total de control sobre dicho evento.

La persona interpreta que su conducta no tendrá efecto alguno sobre el entorno y aprende, sencillamente, a no hacer nada a pesar de estar sufriendo enormemente. Con el tiempo, esto se puede generalizar a otras situaciones de la vida, lo que incrementa aún más el malestar.

La indefensión aprendida nos lleva, en definitiva, a rendirnos y desistir. Por tanto, dejamos de emitir conductas que busquen cambiar esa realidad que estamos viviendo incluso cuando sí que existen alternativas reales de solución. La indefensión aprendida puede incluso llevarnos a alterar nuestras atribuciones, de manera que asumimos que los resultados positivos que obtenemos no se deben a nuestras acciones sino a factores externos como el azar o la suerte.

Las personas que sufren indefensión aprendida pueden ver seriamente mermada su autoestima y su motivación. Todo ello implica que la persona pierda su voluntad de actuación y quede sujeta a factores externos a ella, conduciendo en los casos más severos a problemas como la depresión y la ansiedad. En general, la indefensión aprendida repercute en tres planos: motivacional, emocional y cognitivo.

  • El déficit motivacional es el responsable de que la persona deje de tener iniciativa para emitir respuestas que puedan modificar la realidad que le rodea.
  • El déficit emocional es el que genera problemas como la ansiedad o la depresión, malestares que aparecen como consecuencia del bloqueo en el que la persona está atrapada.
  • El déficit cognitivo provoca que la persona altere, como ya hemos comentado, sus atribuciones. Además, se vuelve incapaz de identificar soluciones reales que puedan ayudarle a salir del bucle en el que se encuentra.

Esta triple afectación impide al individuo salir de su estado de indefensión por sí mismo, por lo que será necesaria la ayuda profesional para poder desaprender el estilo de afrontamiento que ha adquirido fruto de su experiencia.

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Síntomas de la indefensión aprendida

Cada persona es diferente y puede existir variabilidad en la forma en la que la indefensión aprendida se manifiesta. No obstante, es común que aparezcan algunos síntomas como los siguientes:

1. Ansiedad

Aunque las personas que sufren indefensión aprendida se muestran pasivas y rendidas a lo que sucede a su alrededor, eso no significa que se muestren indiferentes. Por el contrario, suelen sentir importantes niveles de ansiedad, ya que se perciben a sí mismas como atrapadas ante un peligro del que no pueden huir.

2. Baja autoestima y pobre motivación

La persona siente que cualquier acción que lleve a cabo será inutil para cambiar la situación que le afecta. De esta manera, aparecen pensamientos de carácter negativo sobre su propia persona, asumiendo que es alguien incapaz, inutil, débil…Todo ello hace que se abandone cualquier posibilidad de lograr una solución y recuperar el bienestar.

3. Pasividad y bloqueo

Ante lo abrumador que resulta ver que el peligro persiste a pesar de haberlo intentado, la persona sencillamente aprende a no hacer nada. Paradójicamente, esto termina por agravar aún más la situación, pues se pierde la oportunidad de buscar posibles vías de solución y salir adelante.

4. Depresión

Muchas personas que sufren depresión experimentan indefensión aprendida. No es de extrañar que la persona se sienta impotente y desesperanzada ante una realidad desagradable que permanece invariable. Cuando esto se prolonga demasiado en el tiempo, es fácil que se inicie un cuadro depresivo.

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Una forma de entender la indefensión aprendida: la metáfora de la rana

Probablemente te estés preguntando cómo es posible que una persona llegue a encontrarse en un estado como es la indefensión aprendida. Lo cierto es que llegar a este punto requiere un proceso progresivo. Nadie se levanta un buen día y se siente repentinamente desbordado por lo que le sucede. Generalmente, el curso de los acontecimientos suele ser más insidioso, de manera que el entorno merma cada vez más el bienestar psicológico de la persona hasta que esta aprende a resignarse.

Una metáfora muy utilizada para entender cómo se desarrolla la indefensión aprendida es la historia de la rana y la cazuela. Imaginemos que tenemos una rana y un recipiente con agua. Dado que las ranas son animales de aguas frías, no seremos capaces de que esta permanezca dentro del agua si esta se encuentra demasiado caliente.

Por ello, lo ideal sería incrementar poco a poco la temperatura hasta la ebullición. Si colocásemos a la rana directamente en agua muy caliente, esta saltaría fuera de la cazuela al instante. Las personas que desarrollan indefensión aprendida son ranas cuya agua se ha ido calentando muy poco a poco, por lo que al romper a hervir no ha sido posible escapar. Para entonces, sus capacidades psicológicas ya se encuentran plenamente afectadas.

No existe un perfil concreto de persona que experimenta indefensión aprendida. La realidad es que todos nosotros somos susceptibles de caer en esta espiral si nos encontramos en un contexto difícil. Cualquier individuo expuesto a situaciones adversas de continuo puede sentirse alicaído y sobrecargado.

Una relación de pareja violenta, conflictos familiares, un jefe que hace la vida imposible… son algunos ejemplos de situaciones que pueden ponernos contra las cuerdas y dejarnos absolutamente acabados a nivel psicológico.

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Tratamiento de la indefensión aprendida

Aunque la indefensión aprendida puede constituir un problema realmente difícil, la buena noticia es que puede resolverse si se cuenta con la ayuda adecuada. En general, no deja de ser un comportamiento aprendido que, de la misma forma que se adquirió, puede ser desaprendido poco a poco. Lo habitual es que una persona que se encuentra en este punto no sea capaz de salir adelante por sí misma. Seguramente, necesite el apoyo de un profesional de salud mental para llegar a conseguirlo.

El tratamiento psicológico para abordar la indefensión aprendida siempre debe partir de un aprendizaje de comportamientos alternativos a los que se mantienen en la actualidad. De esta forma, se pretende ayudar a la persona a resolver las situaciones que tiene ante sí y empezar a tomar una actitud activa ante la adversidad en lugar de rendirse a ella.

El psicólogo también deberá trabajar a nivel cognitivo, de manera que el paciente pueda poco a poco modificar sus atribuciones y los pensamientos que tiene acerca de sí mismo y del mundo que le rodea. A nivel emocional también será fundamental intervenir, especialmente cuando se ha desarrollado un cuadro depresivo y/o ansioso.

En definitiva, podemos decir que la indefensión aprendida es un problema grave que puede resultar muy incapacitante. Sin embargo, afortunadamente existen soluciones que permiten modificar y corregir esta situación y devolver al individuo su bienestar y calidad de vida de nuevo.

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El papel del entorno en la indefensión aprendida

Como sucede con todo tipo de problemas psicológicos, el papel del entorno tiene mucha repercusión en la indefensión aprendida. Por desgracia, muchas personas que se encuentran en esta tesitura se sienten tremendamente incomprendidas por sus allegados, recibiendo mensajes invalidantes o paternalistas tales como “tienes que esforzarte”, “tienes que salir adelante”, “debes hacer/decir esto”.

A nadie se le ocurriría decirle a una persona resfriada que se sienta mejor, sin embargo nos tomamos la licencia de dar lecciones a quienes sufren problemas emocionales. Los esquemas mentales y el malestar psicológico de alguien no van a cambiar por recibir este tipo de mensajes. Por el contrario, estas palabras (aunque a veces sean bien intencionadas) pueden resultar muy dañinas para la persona afectada y dificultar aún más que salga adelante.

Nadie se siente mal por su propio deseo o capricho. Los problemas psicológicos se construyen progresivamente e impiden a la persona, literalmente, hacer nada por cambiar lo que le pasa. Por ello, el papel del entorno no es resolver el problema en sí mismo (eso es tarea de los profesionales), pero sí validar lo que esa persona siente, escuchar y comprender su situación sin juzgarla ni despreciar o minimizar su sufrimiento.

Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de un fenómeno conocido como indefensión aprendida. Este se produce cuando una persona o animal se ha encontrado ante una situación dolorosa o desagradable reiteradas veces sin posibilidad de escapatoria.

Tras varios intentos fallidos intentando huir, el individuo termina aceptando que no puede hacer nada y aprende a resignarse. Esto hace que se produzca una triple afectación psicológica de la persona. A nivel motivacional, esta pierde su iniciativa o impulso para realizar conductas que puedan modificar su realidad.

A nivel cognitivo, se producen alteraciones en las atribuciones que hace el individuo, de manera que este asume que todo lo que le sucede se debe a factores externos, pero nunca a sus propias acciones. A nivel emocional, todo ello produce sentimientos de tristeza e impotencia que pueden favorecer el desarrollo de un cuadro depresivo.

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