Soledad en la tercera edad: efectos y cómo evitarla

La soledad en la tercera edad es un problema global, pues afecta a casi el 57% de las personas ancianas. Aquí diseccionamos este fenómeno y cómo abordarlo.

Soledad tercera edad

Tal y como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el año 2050, la población mayor de 60 años pasará de 900 millones hasta 2.000 millones de personas, lo que representa un aumento de la proporción de habitantes de la tercera edad importante (del 12% al 22%). Las políticas de natalidad, el futuro incierto en la juventud, la falta de reparto de bienes y otras muchas cosas más provocan que los jóvenes cada vez tengan menos hijos. Por otro lado, un sistema sanitario global más férreo permite la vida por más tiempo.

Con todos estos datos, es evidente que la sociedad va a tener que enfrentarse a nuevos desafíos en las próximas décadas, pues las personas de la tercera edad tienen necesidades especiales en comparación con la población general adulta. La mayor causa de muerte en el sector geriátrico son las enfermedades no transmisibles (cardiopatías, ictus, pulmonías, trastornos musculoesqueléticos, etc.) y el sistema sanitario debe adecuarse y priorizar la investigación en estos frentes.

Teniendo en cuenta la importancia de lo psico-social en la salud, veamos cómo afecta la soledad en la tercera edad y qué se puede hacer para evitarla.

La soledad en la tercera edad: un problema de salud desatendido

Más allá del bienestar físico, también es esencial preservar el desarrollo de la tercera edad en el ámbito emocional. La idea clásica de una persona anciana sola y desatendida debe combatirse en todos los casos, ya que no es “normal” terminar un recorrido vital en soledad independientemente de los medios y cualidades individuales.

La tercera edad corresponde al tramo final de la vida, aquella etapa en el que la persona echa la vista atrás, recuerda sus fallos y logros, termina su vida laboral y puede disfrutar de las décadas restantes de existencia sin obligaciones notorias (siempre que la salud lo permita). Desde un punto de vista fisiológico, la llegada a esta etapa es un resultado del estrés celular y tisular acumulado en el tiempo, ya que por mucha salud que se tenga, todavía es imposible evitar daños metabólicos y acortamientos teloméricos en cada una de nuestras células.

Curiosamente, sabemos cuándo termina la tercera edad (con la muerte), pero el momento de instauración varía en cada caso, pues todos envejecemos a ritmos diferentes. Por ello, una persona puede categorizarse dentro de este grupo etario a los 60 o a los 80 años, dependiendo de su desarrollo cognitivo previo, las condiciones congénitas, enfermedades neurodegenerativas (Parkinson y Alzheimer, por ejemplo) y otras muchas cosas más.

Por otro lado, es necesario destacar que la soledad hace referencia al conjunto de emociones que desembocan en el sentimiento de “sentirse solo”, independientemente del número y permanencia de interacciones sociales que se lleven a cabo. El aislamiento social sí que hace referencia a la falta de contacto entre personas, pero la soledad puede instaurarse aunque una persona se rodee de gente de forma constante. Dicho de otra forma, el mero hecho de estar acompañado no inhibe el sentimiento de soledad.

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Los efectos de la soledad en la tercera edad

Con todas estas ideas en mente, te presentamos algunos datos que reflejan la realidad de las dinámicas sociales en la tercera edad. Entre ellas, destacamos las siguientes:

  • Según estudios epidemiológicos, más de ⅓ de la población envejecida se siente sola. Además, un 5% argumenta tener estos sentimientos en todo momento de su vida.
  • Otros análisis estiman que del 17% al 57% de la población adulta vive en soledad, pero el riesgo se amplifica drásticamente cuando se sufren problemas de salud, como cardiopatías, depresión o enfermedades neurodegenerativas.
  • Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), el aislamiento aumenta el riesgo de muerte prematura, por sorprendente que parezca.
  • Los pacientes con problemas cardíacos aumentan por 4 los riesgos de muerte si viven solos.

Al igual que en el resto de grupos etarios, la soledad se asocia a tasas más altas de ansiedad crónica, depresión y suicidio. Más allá de cuadros emocionales, el sistema inmunitario y otras partes claves del organismo se ven suprimidas en momentos de estrés crónico, así que también es de esperar que la soledad se note físicamente. Curiosamente, el aislamiento se ha asociado con un 50% más de probabilidad de desarrollar demencia a largo plazo.

Además, cabe destacar que la depresión se considera una enfermedad casi inevitable en la tercera edad, pero nada más lejos de la realidad. El hecho de que el 14% de la población geriátrica esté deprimida no responde a patrones conductuales normales, sino a una desatención sistemática a las personas que ya no trabajan, pues han dejado de ser “útiles” para la sociedad. Sufrir la pérdida de un ser querido es algo común y necesario, pero permanecer deprimido y morir por ello no.

La soledad en la tercera edad es peor en los grupos excluidos

Tal y como indica la CDC, la gente anciana trans, en cualquier parte del espectro LGTBQ+ y migrantes están mucho más riesgo de sufrir soledad extrema y, incluso, violencia doméstica por parte de cuidador o del entorno. No hay suficientes investigaciones que hayan analizado este sesgo de forma consistente, pero la evidencia sugiere que es necesario poner hincapié en los cuidados de los grupos sociales que ya se encuentran excluidos de por sí, independientemente de la edad.

¿Cómo evitar la soledad en la tercera edad?

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), casi 5 millones de personas en la tercera edad viven solas en España. Existen programas impulsados por los gobiernos de las distintas regiones cuya finalidad es revertir esta situación, pero muchas veces, el grueso de la responsabilidad recae en el entorno del anciano.

El primer paso para evitar la soledad y el aislamiento sistemáticos de los ancianos es, sin duda, ayudar a las plataformas de concienciación contra la soledad en mayores. Es necesario dejar de normalizar la depresión, ansiedad e incluso ideas suicidas en la población envejecida, ya que el hecho de perder a muchos seres queridos (simplemente por estadística) no tiene por qué justificar unas ganas constantes de desaparecer. Por tajante que suene, hay que dejar claro que ser mayor no es sinónimo de estar triste.

ONGs como Adopta un Abuelo han creado plataformas enteras para conectar a la población juvenil con la tercera edad. En este caso concreto, los socios pueden videollamar a las personas que viven solas, realizar actividades con ellas, salir a cenar en grupos y hasta realizar clases conjuntas, que fomentan la integración de los ancianos en el mundo virtual, entre otras muchas cosas.

Estas iniciativas tienen como objetivo que el anciano se sienta acompañado, pero más allá de esto, lo vital es que una figura joven actúe de puente entre el mundo de la persona de la tercera edad y el actual. La mayoría de las personas en esta etapa de su vida presentan propiedades cognitivas excelentes, así que son muy buenas candidatas para aprender a utilizar las tecnologías modernas.

Más allá de esto, siempre es buena idea incentivar a las personas ancianas a que realicen ejercicio físico diario, se apunten a cursos gratuitos para aprender cosas nuevas o realicen viajes conjuntos, también a cargo de organizaciones especiales. En resumen, mantenerse activo es vital para evitar la soledad en la tercera edad.

Adopta abuelo

¿Buscas servicios de apoyo psicológico para personas mayores?

Como hemos visto, la tercera edad no tiene por qué asociarse a sentimientos negativos como depresión, soledad y ansiedad. El hecho de que “normalicemos” estos rasgos patológicos en la población anciana no significa que haya que dejarlo estar, pues todo el mundo tiene derecho al bienestar y atención desde la concepción hasta el deceso.

Más allá de organizaciones sin ánimo de lucro e iniciativas del gobierno, también es necesario abogar, una vez más, a la responsabilidad individual de cada uno de nosotros como habitantes. Con llamar una vez a la semana a un familiar mayor no es suficiente: es necesario realizar actividades en conjunto y permitir que las personas se realicen un mínimo a nivel social.

Si estás buscando apoyo psicológico profesional para familias o personas de la tercera edad, te animo a ponerte en contacto conmigo. Soy psicólogo especialista en el modelo cognitivo-conductual y ofrezco mis servicios tanto en la modalidad presencial (en Madrid) como en la online.

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