¿Qué es la disciplina positiva en la crianza?

Un estilo de crianza a medio camino entre la tóxica restricción y la excesiva permisividad.

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Cuando hablamos de disciplinar a una persona, especialmente a un niño o niña, lo primero que se nos viene a la mente son los típicos métodos punitivos con los que a muchos adultos nos han criado. Sin embargo, a pesar de que los padres que basan el disciplinamiento de sus hijos en técnicas hiperrestictivas pueden hacerlo con buenas intenciones, este tipo de crianza podría ser ineficiente para que los niños aprendan habilidades necesarias para vincularse interpersonalmente durante la adolescencia y adultez. En contraposición, algunos autores afirman que la crianza basada en la permisividad total puede ser tan dañina como una crianza restrictiva.

Y entonces, si los expertos tienden a estar de acuerdo en que ninguno de los polos es bueno, ¿cómo deben criarse a los hijos? Pues bien, la realidad es que no existe una respuesta universal ni correcta. Por una parte porque, a pesar de que suelen coincidir que ningún extremo es beneficioso, las posturas en torno a cuál es el mejor modo de criar a los hijos no son compartidas. En segunda instancia, porque el estilo de crianza supone una decisión por parte de los padres que está atravesada tajantemente por una dimensión subjetiva, por sus valores personales y las nociones que tienen acerca del bien y el mal.

Con este panorama, a fines del siglo pasado, la psicóloga estadounidense Nelsen propuso un modelo de crianza en el cual postula estrategias para promover hábitos y valores en los niños a través de la disciplina positiva, una posición superadora de la dicotomía entre crianza permisiva-restrictiva, basado en los aportes del psiquiatra austríaco Adler. En este artículo tendremos en cuenta sus aportes y desarrollaremos el concepto de disciplina positiva en la crianza y cómo ésta debe aplicarse.

Los tres estilos de crianza

Las personas criamos a nuestros hijos de maneras diferentes. Se denominan estilos de crianza a los modelos ideales de los que se valen los padres para manejar la disciplina de los niños. Cuando éstos se comportan de una forma que es considerada incorrecta o inoportuna en determinado escenario, los padres ponen en práctica distintas estrategias —como castigos, libertades, formas de dirigirse a los niños, etcétera— que denotan el tipo de estilo de crianza que utilizan.

1. Estilo restrictivo

El estilo restrictivo, también llamado punitivo, es el modo tradicional mediante el cual los padres solían criar a sus hijos en el pasado; aunque también optan por él muchos papás en la actualidad. Éste se fundamenta en el control excesivo de los hijos mediante la ejecución de castigos o reprimendas con el objetivo de garantizar su obediencia.

Cuando hablamos de un estilo punitivo, quizás uno podría imaginarse castigos físicos o basados en la agresividad verbal, pero el estilo restrictivo no necesariamente implica estas características indeseables. Lo fundamental de este modo de criar a los hijos es la unidireccionalidad en el diálogo, es decir, las órdenes se imparten jerárquicamente desde los padres hacia los hijos y éstos no tienen ni voz ni voto para ponerlas en cuestionamiento. La frase en la que se encarna el estilo restrictivo es: ”tu haces esto porque soy tu padre/madre, y punto”.

El niño no tiene opción de decidir por sí mismo, sino que el deber-hacer y el deber-ser se le imponen como un imperativo inevitable. El problema con este estilo de crianza es que los niños aprenderán que su opinión no merece ser escuchada, que es mejor obedecer a los demás la mayoría de las veces (ya que, caso contrario, habrá conflicto o castigo), lo cual podría desencadenar a futuro problemas de comunicación interpersonal, como tener dificultades para decir que no, para poner límites, o para expresar su opinión y sostenerla en el tiempo a pesar del desacuerdo con el otro.

2. Estilo permisivo

En el polo opuesto, el estilo permisivo se caracteriza por una crianza en la cual los padres no establecen límites claros a sus hijos. La libertad está presente y las posibilidades de elección son ilimitadas, se le enseña al niño de manera implícita que puede hacer lo que quiera. A pesar de que a priori parezca una forma más saludable de educar a los hijos, el mensaje no es menos dañino que en el caso anterior. Esto se debe a que los niños eventualmente participarán de espacios e instituciones —como la escuela, el club deportivo o lugares de recreación— en los que deberán acatar a normas de otros adultos e internalizar ciertas pautas para relacionarse con sus pares. Al no haber aprendido en casa a poner sus deseos en segundo plano, tendrán dificultades para comportarse adecuadamente y adaptarse a estos nuevos espacios.

El motivo por el cual muchos padres crían mediante este estilo a sus hijos es porque privilegian evitar problemas con ellos por sobre intentar que los chicos obedezcan a una tarea que no quieren hacer. Este tipo de padres tienden a ser permisivos por inconsistencia, quieren complacer a sus hijos y a los demás por sobre tomar el control. Sin embargo, muchas veces es necesario establecer límites para la crianza, siempre y cuando haya disposición al diálogo con el niño —esto es, saber cómo explicar los motivos por los cuales se toma tal o cual decisión a la que deberá acatar—.

3. El estilo de la disciplina positiva

Por último, el modelo de disciplina positiva es un modo superador de las deficiencias de los estilos punitivo y permisivo, ya que permite conciliar aspectos de ambos posicionamientos para que el niño aprenda que tiene derecho a elegir, decir y hacer lo que desee, pero que eso debe enmarcarse en el respeto. Asimismo, al criar a un niño mediante la disciplina positiva, el chico comprende que eso que elige decir y hacer tendrá consecuencias en los demás y que éstos podrán manifestar desacuerdos con él, por lo que es una crianza basada en una palabra clave: negociación.

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¿Cómo poner en práctica la disciplina positiva?

Teniendo lo desarrollado en cuenta, podemos sostener que éste estilo de crianza intenta enseñarle a los niños a:

  • Ser autónomos y tomar decisiones por sí mismos
  • Comprender que deben cumplir órdenes, pero que éstas son susceptibles de cuestionamiento desde el respeto.
  • Equivocarse sin temer al error, ya que su valía no está puesta en el resultado de sus acciones.
  • Tolerar los desacuerdos, y aprender hasta qué punto es conveniente permitir una situación.

No existe una receta mágica para aprender cómo criar a los hijos desde este modelo ni desde ningún otro. Esto está en línea con el dicho “nadie nace sabiendo cómo ser padre/madre”, tan cierto. Sin embargo, es fundamental como padres tener en cuenta que la crianza desde la disciplina positiva se basa en que los hijos internalicen que serán aceptados incondicionalmente más allá de sus equivocaciones, pero esto no quita que los comportamientos que lleven a cabo puedan tener consecuencias negativas.

Para ello, la clave reside en el diálogo de los padres con los hijos, el cual ha de ser lo más explícito y asertivo posible. Los padres no deben dar por sentado que los chicos comprenden qué se espera de ellos y el porqué detrás de las normas que se plantean en casa. Los niños deben aprender a comunicarse de modo tal que puedan reconocer sus propios estados emocionales frente a una situación conflictiva y expresar sus desacuerdos y/o necesidades de forma clara, una habilidad sumamente útil para enfrentarse a circunstancias desafiantes que los acompañará por el resto de sus vidas.

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