5 buenos hábitos de crianza ante los niños: ¿cómo aplicarlos?

Una selección de los mejores hábitos que, como padres, podemos aplicar para una buena crianza de los pequeños y pequeñas.

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La biblioteca de toda madre o padre primerizo suele estar colapsada de manuales sobre cómo desarrollar buenos hábitos de crianza ante los niños. Es lógico que los padres deseen ofrecer una crianza suficientemente buena para que sus hijos crezcan, se desarrollen a nivel cognitivo y emocional, se vinculen con otros niños y adultos e internalicen las normas sociales del mundo que les rodea. Sin embargo, en la actualidad nos encontramos en un contexto que anuda muchos de los ”híper” —la híper-conexión; la híper-sexualidad; la híper-inflación— y que, por lo tanto, también premia la hiperparentalidad.

Esto es un estilo de parentalidad que tiende a la sobreprotección, al estar sumamente presentes para los hijos con tal de que nada malo les suceda; una búsqueda constante por ser el padre o la madre perfecta. En su contraparte, esta perspectiva consigue que los progenitores persigan un ideal imposible de conseguir, desembocado en la negación y el rechazo hacia los padres imperfectos (que son, en definitiva, los padres en realidad existen).

Sin embargo, esto no hace que el esfuerzo por desarrollar buenos hábitos de crianza respecto a los niños sea en vano. Puede que no exista algo así como un tratado de crianza que asegure el éxito como padres, pero sí es posible implementar una serie de cambios a la hora de vincularse con los niños que pueden hacer de la crianza un espacio más afectuoso y propicio para su crecimiento. En este artículo desarrollaremos cuál es el lugar de los padres en la crianza y cómo éstos pueden cultivar buenos hábitos de crianza ante los niños.

Los padres como agentes socializantes

El interés de los padres por aprender a criar de la mejor forma posible a sus hijos proviene, probablemente, de la idea de que es en la primera infancia donde acontecen los eventos más significativos en la vida de una persona. En gran parte, esto es cierto: desde temprana edad, las personas adquirimos información acerca del mundo que nos rodea. A partir de observar a nuestros padres o figuras de cuidado interiorizamos qué comportamientos son adecuados y cuáles otros no lo son en determinado contexto social.

Estos aprendizajes, además, son sometidos al refuerzo o al castigo de los mayores, haciendo que nuestras conductas persistan en el tiempo o se extingan. Por otra parte, en la infancia se abren muchas “ventanas genéticas”, es decir, momentos específicos del desarrollo cerebral en los que se inaugura la posibilidad de que determinadas funciones superiores se desarrollen (el lenguaje, por ejemplo). Es fundamental que los adultos estimulen al niño en este período para que esta función se despliegue de la manera esperada.

Por otro lado, el rol de los padres es crucial en tanto agentes socializantes del niño, ya que operarán como filtros de la información circundante. A partir de sus padres, el niño aprenderá qué puede o no hacer al vivir en sociedad, puesto que por medio de los padres decantarán las normas institucionales de las que todos participamos. Es por este motivo que algunos autores se han referido a los padres como “porteros” del mundo, ya que introducen a los niños a las normas de un cosmos cultural que les precede.

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Los hábitos necesarios para criar a los hijos

Sin embargo, ese lugar puede suponer una carga pesada y abrumadora para los padres. Es fundamental usar esta información para proveer las mejores condiciones de crianza para los niños, pero sin desesperarse por ello: en el camino se cometerán errores, pero es gracias a ellos que es posible aprender. Así como los niños aprenden experimentando y equivocándose, también así lo hacen los adultos en su rol parental. Dicho esto, a continuación señalamos algunos buenos hábitos para cultivar a la hora de criar a los hijos.

1. Escuchar de forma activa

Escuchar a los niños de manera activa, sin distracciones ni dispositivos que medien la interacción, servirá para que éstos perciban que se les está prestando atención y que aquello que expresan es validado por un adulto. Un estudio experimental llevado a cabo por un grupo de investigadoras de la Universidad de Valencia encontró que el apoyo y la satisfacción por la crianza se correlaciona positivamente con niños cuyos comportamientos denotan estabilidad emocional y una baja agresividad. Tener el hábito de sentarse a dialogar y acompañar la escucha con gestos, como el asentimiento o la sonrisa, puede acompañar la expresión del apoyo a los hijos. Esto servirá para que pueda sentirse más conectado y seguro con su cuidador.

2. Reforzar las buenas conductas

Es muy importante elogiar aquellos comportamientos que los niños llevan a cabo y que sería bueno que vuelvan a repetirse en el tiempo, por ejemplo, cuando le pide disculpas a otro niño después de negarse a compartir un juguete. Esto llevará a que se sienta bien consigo mismo. También, lo ideal es ser específicos acerca de la conducta que pretendemos reforzar. En lugar de decirle algo abstracto y general, como “te has portado bien”, UNICEF propone utilizar la mnemotecnia del “he observado que…”; por ejemplo, “he observado que le has pedido disculpas a ese niño luego de equivocarte, te felicito”.

3. Pon límites basados en el comportamiento

Un hábito importante de ejercitar a la hora de criar a los hijos es acostumbrarse a establecer límites a los hijos en función a su comportamiento explícito, evitando emplear frases que contengan valoraciones o juicios sobre sus cualidades personales. Esto hará que no elaboren ciertas narrativas acerca de sí mismos que puedan ser perjudiciales para ellos en el futuro. Por ejemplo, en lugar de decirles “¡Eres un vago!”, es mejor idea puntuar el comportamiento que deseamos que cambien: “No me gustó que ayer te hayas quedado jugando a videojuegos hasta tarde”.

4. Fija horarios para las pantallas

Y si de horarios estamos hablando, no es menor mencionar que un buen hábito para criar a los hijos es fijar horarios para el uso de pantallas, ya sean televisores, computadoras o teléfonos móviles. El uso excesivo de pantallas en los niños tiene el riesgo de que su desarrollo del lenguaje se retrase o que tengan problemas en la interacción social. Esto no quiere decir que se deban prohibir los dispositivos móviles, sino que su uso tenga un límite de tiempo o espacio.

También es importante explicarles con claridad a los niños que estos límites tienen un objetivo y no son meros dictámenes justificados por un “porque así lo digo yo”. Por ejemplo, si en una familia se decide dejar los teléfonos guardados mientras todos están en la mesa, es bueno explicar que esa medida busca cuidar un momento de diálogo en familia, o que tiene el fin de desarrollar buenos hábitos alimentarios como comer despacio y a conciencia.

5. Expresar los sentimientos en casa

Tanto en el diálogo con el niño como con la pareja o los amigos, es conveniente expresar las propias emociones mediante la verbalización. Esto es, ponerles un nombre a las emociones y a las sensaciones físicas que se sienten en el cuerpo cuando estamos experimentando una emoción. Esto le servirá al niño a desarrollar una alta inteligencia emocional, crucial para vincularse consigo mismo y con los demás. Un hábito útil relacionado con ello es ayudar al niño a describir en palabras cómo se siente cuando está expresando sus emociones de forma no verbal. Por ejemplo, si el niño tiene los puños cerrados y está frunciendo el ceño, los adultos podrían ayudarlo a describir cómo se siente mediante preguntas: “¿Te sientes enojado? ¿Irritado? ¿Triste?”, etcétera.

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